El bienestar digital consiste en desarrollar y mantener una relación saludable con la tecnología. Tiene que ver con pensar si lo que hacemos en Internet nos hace bien, nos divierte, nos conecta… o si nos cansa, nos genera ansiedad o nos hace sentir mal.
También es poder decidir cómo, cuánto y para qué empleamos los dispositivos. No se trata de alejarnos de ellos, sino de usarlos de forma equilibrada y consciente.
La salud mental es una parte fundamental de nuestro bienestar. Tiene que ver con cómo sentimos, actuamos, nos relacionamos con las demás personas y con nosotros mismos.
Cuidar la salud mental significa poder expresar lo que sentimos, pedir ayuda cuando la necesitamos, tener vínculos sanos y sentirnos a gusto en los espacios que habitamos, ¡también los digitales!
Cuando hablamos de ciudadanía digital, reconocemos que Internet también es un espacio público. Así como vivimos en barrios, ciudades o pueblos, también “vivimos” en lo digital: hablamos, jugamos, aprendemos, compartimos, opinamos… junto con millones de otras personas. Eso significa que:
Ser ciudadanos y ciudadanas digitales no es solo usar tecnología.
Es hacerlo con respeto, con empatía y con mirada crítica.
Es animarse a participar, a crear, a levantar la voz para mejorar lo que no está bien.
No están solos en este camino. Para que el bienestar digital de niños, niñas y adolescentes se respete, es clave que:
Los gobiernos y el Estado
garanticen leyes, acceso seguro y políticas públicas que protejan sus derechos.
Las escuelas
acompañen con educación digital y espacios para expresarse.
Las familias
escuchen, pregunten, se involucren sin juzgar.
Las empresas de tecnología y redes diseñen plataformas seguras y éticas, donde no haya lugar para la violencia y la manipulación.